Capítulo 6

Para ser realistas mi plan de saltar el hoyo no fue una de mis mejores ideas, lo reconozco, pero tampoco tenía muchas opciones con un señorito que se proponía ¿matarme?¿descuartizarme?¿destrozarme?, aún lo estoy decidiendo pero por ese camino. En definitiva salté. Algo realmente estúpido ya que como mucho logré cubrir la mitad del diámetro, por lo que caí. Como un peso muerto me vi arrastrada hacia las profundidades de un futuro bastante oscuro. ¿Sabéis eso que dicen que antes de morir rememoras a cámara rápida todo lo que has vivido? Pues es mentira o puede que sea el bicho raro del mundo porque lo único que puede ver fue el cielo azul claro despejado de cualquier nube, una última vista hermosa. Exhalando un último suspiro cerré los ojos y aguardé a que viniera lo que me esperaba después de una caída de unos ¿cincuenta metros?

Pero el destino tenía un humor demasiado negro o más bien una persona que su nombre empezaba por Se y acababa en an. Juro que cuando tenga la primera oportunidad de rebanarle el cuello lo haría sin pestañear siquiera. El motivo de mi indignación es que a unos cinco metro de profundidad del hoyo había una red de cuerdas, con unas oberturas anchas pero no lo suficientes como para que yo me escurriera entre ellas y él lo sabía perfectamente.

-Lástima ibas muy bien, aún te sobraban unos quince minutos -me gritó desde el bordé del hoyo.

¿Era en serio? Encima se cachondeaba de mi, ahora mismo acababa de ascender al segundo puesto de personas que tenía pendientes matar. Aferrándome con fuerza a las cuerdas para controlar la rabia tuve que hacer ese estúpido ejercicio de respiraciones que me enseñó Jota para no empezar a gritar y blasfemar en contra de Sean, odiaba que jugaran conmigo y él no sería la excepción de oro. Aproximadamente unos dos minutos después una cuerda se deslizó en mi lado izquierdo, por lo que tuve que rodar sobre la red si quería acercarme a la cuerda sin caerme. Cuando estuve apunto de llegar al borde una mano se extendió para ayudarme a subir, supongo que le tenía que conceder el ayudarme por lo menos, pero eso no lo borraría de mi lista y mucho menos lo bajaría del ranking. No obstante, mi caballero no era Sean. Era un chico un poco más alto que yo, tonificado y de anchos hombros, con la misma ropa negra que parecía pirrarles a todos en aquel lugar. Alrededor del metro ochenta, rubio y pelo alborotado, ojos marrones, con una sonrisa que haría que se te derritieran las piernas y sobre todo con el hoyuelo que se le formaba en el lado derecho de la mejilla. No sé quién era pero mientras se mantuviera callado y sonriente me encantaba. Pena que había una tercera persona ahí que tenía que interrumpir el momento.
-Bueno Nina has demostrado mucho...¿entusiasmo? Al realizar esta prueba, y al parecer no tenías que volver a hacer el mismo recorrido, error mío -al pronunciar esas dos últimas palabras noté un tono sarcástico que no intentó disimular, como lo odiaba.- La buena noticia es que has pasado la primera prueba por lo que puedes empezar a entrenar con los demás, si continuas con ese entusiasmo seguro que alcanzas a los demás enseguida.
Intentó darme unas palmaditas inocentes como si nada pero posiblemente mi mirada de perra rabiosa le detuvo a medio camino por lo que dirigió su atención al chico rubio, por lo que acabé totalmente ignorada por los dos. No sé si prefería que me prestaran atención y me quisieran matar o que pasaran olímpicamente de mi. Por lo menos averigüé que él rubiales se llamaba Ashton. Era un iniciado igual que yo, que también se graduaba este año. A parte de eso lo demás que llegué a comprender era que todo estaba listo para la expedición de esta noche y que se habían confirmado híbridos voladores en la zona restringida. Para explicarlo de la manera más sencilla los híbridos son animales del bosque del este, los llamamos así porque los animales se pueden cruzar con diferentes especies por lo que se pueden encontrar híbridos de cualquier tipo. Lo que no entendía era por qué le interesaban los híbridos que podían volar, la expedición que habían mencionado y qué era eso de la zona restringida. Supongo que mientras no estuviera envuelta en todo ese lio me iría bien, no me apetecía adentrarme en el bosque del este, allí no pasa nada bueno y lo digo por experiencia. De repente los dos que iban encabezando el camino hacia la zona de entrenamiento se detuvieron y Sean se dirigió hacia mi.

- No sé si te lo han comentado pero todo iniciado tiene que haber estado como mínimo unas cinco veces en el bosque del este y como tú te acabas de incorporar tendrás que ir a todas las expediciones que hagamos si quieres promocionar -me dedicó una deslumbrante sonrisa y prosiguió junto con Ashton su marcha.

El día de hoy ya no me podría ir peor o eso esperaba. Desgraciadamente parecía que ese no era mi día porque justamente me uní al grupo de entrenamiento cuando estaban en sesiones de lucha. Las normas eran sencillas siempre el mismo número de combatientes en los bandos, por lo que podía haber cinco grupos con tres personas luchando en cada uno, y ganaba quien noqueaba a los oponentes. Aunque también estaba el punto de matar a tu oponente ya que se podían usar armas, pero eso se sancionaba con ir a todas las expediciones del curso por lo que frenaba a la mitad de iniciados. Las sesiones se hacían en un cubículo marcado con cinta roja, los que no participaban estaban alrededor observando, si se pisaba o se salía de la cinta estabas eliminado dejando a tu grupo en desventaja. Todos los iniciados tienen que haber ganado por lo menos un combate sino están obligados a combatir hasta que ganen. En resumidas cuentas este día apestaba, sobre todo porque voy a tener que dejar que me pateen el culo más de una vez.

Hubo dos combates antes de que me llamaran al podio, de esos dos combates los ganó la misma persona, Traton. Un chico de una fuerza bruta impresionante parecía ser el favorito de esta promoción, y me tocó combatir con él. En serio ese día parecía el día de “vamos a intentar matar a Nina”. Solo podía rezar para que no me noqueara como a los dos anteriores a mi, que los tuvieron que llevar a la enfermería a ver si recuperaban la consciencia para acabar la sesión de entrenamiento.
Los dos primeros minutos iba bien, le esquivaba los golpes por los pelos haciendo que el golpe solo fuera una rozadura, pero no me podía pasar todo el día esquivando sería demasiado obvio así que tuve que dejar que me golpeara. Por suerte Traton solo tenía fuerza bruta, su rapidez y reflejos eran malísimos, por lo que podía controlar los daños y las zonas donde me iba a golpear, aún así los golpes seguían doliendo y no me quería imaginar lo que dolerían si los recibiera tal como Traton quería. A los diez minutos Traton se propuso darme una patada en las costillas, lo sabía porque parecía que era el único lugar donde sabía patear, por lo que me agaché pretendiendo que no me daba cuenta de su maniobra y realizando una contra él que sabía que no llegaría a finalizarla. Me golpeo con fuerza en todo el costado de la cabeza haciendo que me deslizara por el suelo por la potencia del golpe. Eso aún no me noqueo pero pretendí que sí, aunque no estaba muy lejos de perder el sentido ya que se acercó a mi y empezó a darme patadas al estómago. Hasta que por fin al instructor le dio la repentina idea de que yo ya no podía luchar más. Me arrastraron fuera de la cuadrícula e hicieron que oliera algo que casi me asfixiaba, por lo que abrí los ojos y la boca de golpe, todo seguido empecé a toser y a escupir sangre. Me dolía todo, así que pasaba de perder el próximo combate, ya había tenido suficiente con la paliza que me había propiciado Traton.

Mi segundo combate no tardó mucho en llegar. Apenas podía sostenerme en pie y mucho menos caminar sin hacer zig-zag y lo peor de todo era que mi oponente, Jessica, había elegido luchar con cuchillos. Un día de mierda, lo que había dicho desde el principio.

Capítulo 5

Revisé el maldito diario página por página. Cada palabra de ese libro y nada. Nada relevante que me permitiera encontrar PHOENIX, que según J debía de estar en la Academia o en la Sede. Por lo que pude ver por las ventanas esto debía de ser la Sede, además no había habitaciones tan acomodadas en la Academia. Tampoco es que hubiera tenido oportunidad de inspeccionar el lugar para encontrar lo que quería, por lo que no podía descartarlo aun. Si por lo menos tuviera una pista sobre qué buscaba exactamente quizás iría más rápido, esperaba que Marshall me pudiera iluminar el camino.

En resolución ese diario tenía 40 páginas escritas por delante y por detrás, todas hablaban de lo mismo, de Aaron y Sean, como si no tuviera nada mejor que hacer esa niña. Sobre todo porque habla sobre sus constantes peleas que no me extrañaba, la verdad. Lo único que se puede destacar es que aparecen diez nombres diferentes y lo más inusual es que aparecen por orden alfabético, empezando por Aria y acabando con Zatch. Nada más. Ni hojas pegadas, ni papeles escondidos, ni siquiera hojas con tinta invisible, nada.

Acabé por dejar el libro dónde estaba, tal como lo encontré, la verdad podría habérselo dado a alguno de los gemelos, pero era mejor que no supieran que precisamente yo lo había encontrado. No quería llamar la atención y mucho menos la de esos dos. Por lo que lo acomodé todo en su lugar y continué con mi inspección de la habitación. Esa habitación estaba limpia, no había nada fuera de lugar y eso en parte me hacía sentir incómoda como si nadie la hubiera habitado siquiera, solo había ese diario como prueba. En el armario solo había ropa oscura, parecía que no existían más colores, pero tampoco es que me preocupase mucho ese detalle. Lo único que me quedaba era debajo de la cama, puede ser que fuera una miedosa pero no me gustaba meterme debajo de las camas y menos sabiendo que solo tenía los laterales para salir, ya que en los pies de la cama había un ancho baúl vacío, ¿y de qué color?... negro, claro está. Al final inspiré hondo y me deslicé debajo de la cama. Que pudiera ver no había nada interesante, así que hice prisa para salir, con lo que me llevé un golpe en la cabeza con el soporte de la cama, ese golpe hizo que cayera algo al suelo y provocara un fuerte sonido ante el silencioso entorno. Eso hizo que corriera a ponerme rápidamente encima de la cama.
-¡Joder! Que ya no eres una maldita niña, cómo es posible que te asustes más tú sola encerrada en una habitación que estar a las puertas de la muerte, comportate.- me dije entre susurros la reprimenda mientras seguía de pie encima de la cama, esperando que saliera cualquier cosa para atacarme. Relajándome de mi paranoia interior me arrodillé encima del colchón miré desde el borde de la cama para ver qué era lo que cayó. Un colgante. Un colgante plateado en el que colgaba un símbolo tribal, una especie de sol con un fino acabado, era precioso. Lo sostuve delante de mi por no sé cuanto tiempo mientras giraba lentamente. Había un pinchazo en el fondo de mi mente que me decía que ese colgante me era familiar, como si fuera mío, pero eso era imposible ya que nunca conocí a la hermana de los gemelos y no acababa de recordar de qué me sonaba.

Algo frío hizo contacto con mi piel por lo que lo primero que hice por instinto fue abrir los ojos y tomar una profunda bocanada de aire mientras me incorporaba sentada. No me di cuenta que me había quedado dormida mientras observaba el colgante que aun seguía en mi mano derecha, lo miré y luego a la persona que estaba parada a los pies de la cama con un cubo vacío. Pedazo de bruto. Tenía la cierta sospecha que les gustaba despertar a la gente a base de agua y eso me lo pagaría cierta persona. Le dediqué una sarcástica sonrisa y me levanté de la cama, dejando el colgante encima de las sabanas. Sin dirigirle palabra me cambié la ropa empapada por una seca, una camiseta de tirantes y unos pantalones elásticos holgados, junto con unas deportivas, todo de color negro. Cuando estuve lista Sean se giró esperando que lo siguiera hacia lo que sería mi primer día como iniciada. Ese iba a ser un día muy largo y que iba a herir enormemente mi orgullo.

Caminando pasillo tras pasillo por fin salimos al exterior, hacia la Academia que era el grandioso edificio que estaba al lado de la Sede. Bueno para ser más exactos a los pies de la pequeña colina donde se situaba la Sede a lo alto, seguro que para tener una mejor vista de su rebaño. Estuvimos todo el camino en silencio. Ese silencio sería incómodo si me importase, pero tenía cosas más importantes por las que preocuparme como que por todo el perímetro estaba rodeado de guardias armados que iban arriba y abajo vigilando. Cuando tenga que escapar de allí me temo que será una tarea complicada pero no imposible. De repente me estampé contra algo solido que me hizo tambalearme un poco hacia atrás, irrumpiendo así mis pensamientos. Alcé la vista a Sean quien era unos diez centímetros más alto que yo, mirándome de soslayo pude apreciar una sonrisa torcida. Ahora de qué se reía el idiota este, la verdad me hacía querer resoplar todo el tiempo que lo tenía cerca, en cambio solo me dediqué a sonreír. Seguramente era la sonrisa más falsa que él haya visto en su vida, pero a quién le importaba, a mi por supuesto que no.

-Ya hemos llegado a la zona de entrenamiento -se limitó a decirme con otra sonrisa igual de falsa.

Me desplacé hacia un lado para poder ver tras de él, era una explanada pavimentada de gran extensión donde se encontraba gente luchando entre ellos principalmente, los que no luchaban practicaban con armas de fuego y blancas. Todo un campo de entrenamiento para prepara a sus soldados. No es por ser vanidosa pero si esos eran los que tenían que graduarse seguramente yo me graduaría sin problema alguno. Sean me hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera y así lo hice. Nos dirigimos a un lugar más apartado de los demás, donde se disponía una serie de obstáculos de todo tipo y cuando decía de todo tipo era literalmente eso. Había cuatro caminos por donde empezar después lo demás se hacía un lío por lo que tenías que escoger, la verdad no sé cual sería el más bonito, entre llamas, aguas donde no se podía ver nada, enredaderas de metal con púas y no nos dejemos la tabla que conectaba los dos extremos de un gran agujero de seguramente unos 5 metros como mínimo. Ese circuito seguramente me haría sudar la gota gorda del día. La ventaja es que no tendría que fingir ese día que era una completa inútil.

-Para que lo sepas ese agujero mide unos 50 metros de profundidad, el curso anterior lo tuvo que cavar como castigo -me susurró en la oreja, haciendo que un escalofrío me recorriera la espalda. No me gustaba ese tío, hacía que sintiera escalofríos y no me gustaba sentirme así. -Bueno por lo que puedes ver harás una carrera de obstáculos, pero como no tenemos tiempo para que tantees el terreno hoy será tú examen -al pronunciar cada palabra con ese tono irónicamente alegre hizo que me entraran ganas de darle un puñetazo pero me contuve. Simplemente asentí y me coloqué en la marca de salida más cerca que tenía.

-Pero antes que empieces tengo que decirte que tienes tiempo límite y seguir unos pasos obligatorios.

¿Estaba bromeando? Cómo quiere que mientras corra me pare a pensar, oh tengo que ir por aquí porque me lo ha dicho el señorito idiota.

-Tienes 40 minutos para completar el circuito, ida y vuelta, y tienes que pasar obligatoriamente por el alambre, el hoyo, escalar la pared y por supuesto mi favorito, entre las llamas.

Ahora sí que pensaba que era una broma de mal gusto sobretodo porque él lo estaba disfrutando enormemente, capullo, creo que te voy a hacer una lista con las que me vas a pagar. Me centré en planificar bien mi camino, ya que ir y volver en 40 min era casi imposible. Empecé a dar pequeños saltos para ir calentando el cuerpo y moviendo lado y hacia otro para pensar mejor. En primera línea se encontraban el alambre y las llamas, después más abajo estaba la pared junto con otros obstáculos que parecían más sencillos como ir saltando sobre enormes rocas, y por último estaba el hoyo, no había ningún obstáculo más que ese así que tendía que pasarlo dos veces. Haciendo una última mirada a todo, asentí en dirección de Sean quien tenían un cronómetro en la mano y apretó el botón de iniciación.

Corrí tan rápido como mis piernas me permitían sin haber podido calentar antes, opté por elegir las llamas primero, no debía de ser tan difícil, y más si corría rápido. Bueno pues ingenua fui, aun corriendo rápido estar entre llamas me dificultó respirar apropiadamente para poder correr y lo que es peor me costaba respirar a causa del humo, a parte aquel camino parecía interminable. ¿Cuánto debía de llevar 10 metros? Eso daba igual tenía que seguir recto. Mi piel ardía y suerte que me recogí antes el pelo en un moño alto apretado, sino ya estaría quemándose. Después de unos minutos más de correr por fin salí de ese camino envuelto en llamas y me dirigí a mi próximo obstáculo. El siguiente resultó relativamente fácil, deslizarse por debajo de una cuerda, eso sí me hacía ir algo lenta ya que a veces me enredaba en ella, pero la trayectoria no fue muy larga comparada con la anterior. Llegué a la enorme pared que tenía hendiduras en su superficie por lo que me resultó sencillo subir, el problema era cómo bajar si al otro lado era completamente lisa y vertical. No tenía tiempo que perder así que tuve que cogerme del borde colgarme y rezar para que la diferencia de distancia no fuera tan grande como para fracturarme algo. Cuando mis pies hicieron contacto con el duro pavimento estuve apunto de caerme pero en el último momento conseguí estabilizarme y proseguir con mi marcha. Hasta el hoyo que era mi destino final antes de hacer el camino de vuelta había unos veinte metros de carrera lisa. Cada vez que me iba acercando más a la madera que hacía de soporte era que esta se hacía más fina y no tenía muy buen aspecto. Cuando alcancé el borde confirmé mis sospechas esa madera no era más ancha que mi pies, que tampoco es que fuera enorme, y a parte parecía que no estaba en muy buenas condiciones por lo que podría quebrarse en cualquier momento estando yo encima. No sabía cuánto tiempo había pasado así que tenía que ser rápida con un poco de suerte podría ser que esa madera vieja aguantara mi paso dos veces, con un poco de suerte. Respiré hondo por lo que pasé lo más rápido que pude e intentando no ejercer mucha presión, pero resultó inútil porque cuando pisé el otro lado escuché la madera quebrarse y impactar con el fondo de la fosa. También pude oír un “No vale rodear” a lo lejos, tranquilo que no tenía eso en mente. Volviéndome por donde vine sopesé mis probabilidades rápidamente.
1.Podía negarme a seguir, ya que era evidente que Sean hacía todo esto para que me matase.
2.Podría bajar hasta el fondo y volver a subir, ya que había visto una cuerda atada a un árbol.
3.Podría saltar, el camino en la tabla no fue muy largo, unos cinco metros, puede que un poco más que eso, pero no mucho.

Al final opté por la opción más rápida. Saltar. Me situé al lado del árbol para coger carrerilla, eché a correr todo lo rápido que pude, si es que podía correr más rápido, y llegando casi al extremo salté.

Capítulo 4

Una vez pude caminar por mi misma sin dar tumbos con cada paso los gemelos me acompañaron a la que sería mi habitación de iniciada, pero como aun no confiaban del todo en mi me vendaron los ojos así que caminé a oscuras, cogiendo un brazo de cada uno para que me guiaran. En mitad del camino Aaron se despidió excusándose con que tenía que resolver otros asuntos, por lo que Sean y yo nos quedamos a solas y en silencio, caminando por direcciones desconocidas para mi. Finalmente nos paramos y Sean me quitó la venda de los ojos. En frente había una enorme puerta de madera, al entrar vi que había una enorme cama a la derecha con dosel y a la izquierda un pequeño salón con dos butacas, una mesita de té y una pequeña estantería llena de libros. También había tres grandes ventanales con las cortinas abiertas, al mirar afuera descubrí que estaba amaneciendo, filtrándose unos pequeños rayos de luz por el horizonte. Sean estaba rebuscando por el armario que estaba en una esquina en el lado derecho de la cama, del armario sacó unas toallas y ropas negras.
-Más vale que te limpies y te mires los cortes de los brazos -caminó con todo lo que había cogido hacia la puerta que había en el lado izquierdo de la cama por lo que lo seguía hasta lo que parecía en baño. Como todo el resto de la habitación era de paredes blancas y estériles, pulcramente ordenado. Dejó las prendas encima del inodoro y se dirigió a un pequeño armario empotrado en la pared y suspendido a un metro y medio del suelo, por lo que tuvo que agacharse para buscar lo que quería.
-Déjame ver la herida.
Me quedé quita en el umbral de la puerta del baño sin entender muy bien su demanda. Mi reacción lo exasperó por lo que dejó los botes y vendas que estaba buscando encima del lava manos, me cogió el brazo con fuerza y me arrastró hasta el borde de la bañera donde hizo que me sentara. Se acercó una silla que había en una esquina. Cuando se sentó en frente mía y me cogió la mano izquierda para deshacer el vendaje, me encontraba totalmente desconcertada, no entendía su amabilidad repentina, su gentileza al retirar con cada vuelta el vendaje por lo que lo detuve poniendo una mano encima de la suya y lo miré a los ojos, diciendo lo único que podía preguntar.
-¿Por qué?
Suspiró y se zafó de mi mano que lo había interrumpido.
-No creas que hago esto con gusto, pero Aaron pensó que era lo mínimo que podíamos hacer por lo que te hemos hecho en estas últimas 24 horas.
-Mientes.
-No me creas sino quieres, ese no es mi problema.
Cuando retiró el vendaje completamente dejó al descubierto unas vivas rojas marcas donde aun brotaban algunos hilos de sangres. Si era tan malo como me parecía a mi a simple vista muy posiblemente me quedaría sin brazos.
-Desnúdate.
-¿Perdón?
-Ya me has oído -se levantó de la silla apartándola un poco y encendió el agua, llenando la bañera.- No te preocupes no eres la primera mujer que he visto desnuda así que no te las des de importante.
-Ni tú el primero hombre que me ha visto desnuda así que no te pongas prepotente- empecé a quitarme los zapatos, los ceñidos pantalones, la camiseta fina sin mangas, dejando toda la ropa de tonos oscuros en un rincón del baño, junto con la ropa interior. Una vez desnuda me deshice de la trenza, dejando libre mi media melena sucia. Al verme en el espejo de la pared de en frente me percaté de dos cosas, una que era que estaba más escuálida de lo que recordaba, hacía tiempo que no me paraba en frente de un espejo a mirarme, y la otra era que tenía el pelo tan sucio que no se podía apreciar mi castaño rojizo. Al pasar la mano por la piel del cuello noté en una parte de este como una imperfección, un pequeño bulto que al rascarlo con la uña arrastró consigo una pequeña costra, esa debía de ser la marca que me debieron dejar al inyectarme el suero aquel que decía Marshall, la verdad no era relevante, lo que importaba era seguir viva hasta el final. Abrazándome me acerqué a la bañera y me introduje en ella sin preguntar, la bañera estaba casi llena y tenía una maravillosa temperatura hasta que introducí los brazos dentro. Esbocé una mueca de dolor y algo parecido a un gruñido salió por lo bajo.
-Vas a tener que sumerge las bazos para limpiar la sangre seca y así poder ver mejor los cortes.
-No quiero.
-No se trata de lo que quieres, princesa.
Un escalofrío me recorrió el cuerpo, bajé los brazos sumergiéndolos completamente, entre recuerdos dolorosos que formaban parte de una pesadilla que siempre me acompañaría y me atormentaría.
-No vuelvas a llamarme así, nunca, sino me encargaré de que no vuelvas a pronunciar ni una sola palabra -le escupí cada palabra mordazmente junto con una siniestra mirada, quizá no tendría que haberlo hecho pero era demasiado impulsiva y una muy mal actriz.
-De acuerdo -me cogió un brazo con cautela y empezó a frotar con suavidad una toalla húmeda para retirar la sangre seca que se hubiera pegado a la piel, poniendo una cara impasible ante mis palabras que podrían haber echado abajo perfectamente mi perfil y hacer que me volvieran a torturar, pero simplemente no hizo nada.
Estuvimos en silencio bastante de rato, mientras él me limpiaba la sangre de los brazos y yo inmóvil como una muñeca. Podría parecer una situación incómoda pero tenía una extraña sensación de tranquilidad y comodidad, por lo que me quedé todo ese rato mirándolo sin apartar la mirada cuando verificaba si seguía mirándolo.
-Ya está, los cortes por lo que puedo ver no se han infectado y se están curando como deben, solo necesitas curarlos cada día y vendarlos si los cortes no paran de sangrar.
-Gracias.
-¿Crees que te las puedas arreglar ahora tu sola?
-Me las he arreglado sola durante dieciocho años, no te preocupes por mi.
-Entonces me iré, por hoy no hace falta que hagas nada, pero mañana te quiero lista a primera hora.
-Bien.
-¿Sabes qué categoría cogerás?
-Dices entre las únicas tres a las que no me he preparado con los conocimientos básicos, supongo que sí.
-Entonces..
-He elegido ser una iniciada para ser guardián.
-Sabes que puedes morir, ¿verdad?
-Pero es donde tengo más posibilidades, no tengo la inteligencia necesaria para entrar en política y ciencias, y sino me gradúo estoy muerta de todas formas.
-Como quieras, te pasaré a buscar mañana a primera hora, más te vale estar lista o te sacaré arrastras como vayas en ese momento.
-¿Algo más?
Sean se giró y se marchó del baño y de la habitación.
Me quedé completamente sola en silencio junto con mis pensamientos. No sabía cuanto tiempo tardaría en encontrar lo que necesitábamos pero tenía un tiempo máximo de seis meses por lo que me tendría que dar tanta prisa como fuera posible, el problema eran los gemelos, algo no iba bien con ellos lo sabía, mi instinto me indicaba la gran señal roja de peligro que les rodeaba por lo que tendría que mantener las distancias de ellos si quería durar esos seis meses. Entonces el plan a seguir será:
1. Mantener la más mínima relación con los gemelos.
2. No llamar la atención.
3. Buscar una manera de hablar otra vez con Marshall.
4. Localizar el PHOENIX, sea lo que sea eso.
5. Mantenerme viva hasta el día de la graduación.

Me sumergí completamente en la bañera mojándome el pelo para lavarlo a fondo. Una vez que consideré que estaba decentemente aseada salí de la bañera mientras esta se vaciaba lentamente. Cogí la toalla que Sean me había dejado en el inodoro y me envolví en esta. Busqué el bote de desinfectante y las vendas para curarme la herida. Al echar el desinfectante me escoció algo la herida pero nada del otro mundo, lo que me extrañó era que después de haber limpiado la sangre los cortes parecieran menos profundos. Era extraño, estaba segura que los cortes que me hizo Marshall eran bastante profundos, tanto que podría haber jurado que pretendía matarme, pero ahora eran unos cortes menos mortales, cortes superficiales hechos con algo de fuerza, tan solo eso. Pasé los dedos por los cortes hasta que me percaté que en el brazo derecho tenía un pequeño punto rojizo, como el que te deja una aguja. Fue cuando até cabos, alguien me había inyectado algo, seguramente la persona que me vendó, pero lo que más me enfurecía de todo eso era que no sabía quién había sido ni con qué intenciones, tendría que preguntarle a Marshall sobre este gran enigma por si había sido él sintiéndose culpable. Finalmente desistí de seguir cavilando en algo que no tenía salida. Acabé por vendar los cortes por precaución y seguido me dirigí en frente del espejo disponiéndome a cepillarme el pelo que posiblemente tuviera bastante enredado. Media hora después consideré que no tenía ningún nudo más en el cabello. Me vestí con la ropa de color negro que me había preparado Sean, al parecer tenía buen ojo en elegirla porque me iba perfectamente.
Al salir del baño me adentré en la habitación. Comprobé si la puerta de la habitación estaba cerrada y como era de esperar lo estaba. Los ventanales no se abría a no ser que los rompieses y como he dicho antes uno de los puntos del plan es no llamar la atención, tampoco había ningún balcón por lo que estaba encerrada en esa habitación hasta que alguien se dignara a abrirme. No me gustaban los sitios cerrados, es más los odiaba, me hacían entrar en un estado de ansiedad desde que era pequeña pero con el tiempo los he podido mantener bajo control, además por suerte la habitación no era tan pequeña por lo que era fácil de manejar la ansiedad. Recorrí la habitación para distraerme e inspeccionar si había algún tipo de cámara escondida o micrófono, al final llegué a la conclusión que no había nada. Al pasar por el centro de la pequeña sala oí crujir la madera que había debajo de la alfombra de terciopelo negro. Aquella habitación era deprimente solo había blanco, negro y si tenías suerte algún que otro color que saliera de la perfecta armonía monocromática. Retiré una de las butacas y la mesita de té, aparté la alfombra y empecé a recorrer la zona aplicando una leve presión con las manos, buscando el origen de aquel ruido, hasta que dí con él. Era una madera que estaba suelta y salía con facilidad. Al retirar la madera encontré un libro escondido en el espacio que había en suelo. Presté atención por si alguien hacía ruido al acercarse por lo que recibí una respuesta negativa. Abrí el libro que por lo visto era un diario y por la forma melosa al hablar juraría que era de una chica.

>>Hoy Aaron y Sean han vuelto a discutir, no entiendo por qué no pueden llevarse mejor, desde que eligieron la categoría que ejercerían se han distanciado. Eso me produce un dolor en el pecho ya que los quiero a los dos por igual y me duele mucho que en su intento para herirse el uno al otro me usen a mi. Según Aria se les pasará que solo son los nervios para superar el examen de graduación y con él las expectativas de padre...<<
Un segundo...¿Padre?...Los gemelos tienen una hermana..No, tenían, esta era su habitación. Corrí las páginas del libro hasta la primera, en la que encontré una nota escrita.

>>Si habéis encontrado este diario uno de los dos, espero que lo compartáis el uno con el otro. No pretendo haceros sufrir con esto, solo espero que abráis los ojos como yo lo hice en su momento, la verdad la descubrí gradualmente por lo que espero que al leer mis palabras lo entendáis. Siempre con amor,

Ailee.<<


Capítulo 3

La verdad no recuerdo si lo pronuncié o no, solo sé que me desmayé a causa del charco de sangre a mis pies que había formado por los profundos cortes que tenía en los antebrazos. Sumergida en la inconsciencia tuve un extraño sueño. Estaba en un verde prado recostada, oliendo la hierba y la tierra recién mojada. Ese olor me transmitía paz y serenidad, algo que hasta se me olvidó como se sentía. Solo quería estar allí por siempre. Era tan reconfortante ese aura solo se podía describir en una palabra, calidez.

Una fría sensación impactó contra mi piel, eso hizo que abriera los ojos violentamente, abriendo mi boca para poder llenar mis pulmones de aire. Aun estaba algo mareada y todo a mi alrededor daba vueltas y lo veía difuso. Cuando pude enfocar mejor mi visión, había un chico sentado enfrente mía. Vestido con un traje gris claro y una corbata celeste. La cara era medianamente alargada y algo ancha, junto con una nariz perfilada y unos labios finos y carnosos. Me miraba detenidamente con esos intensos ojos grises. Fue él quien rompió el pesado silencio.
-Bienvenida, querida. Lamento mucho lo de tus brazos, pero peor hubiera sido en esa preciosa carita tuya, ¿no? - me dedicó una frívola sonrisa, haciendo que un desagradable escalofrío me recorriera la columna.
De repente un ruidoso estruendo interrumpió mi ingeniosa respuesta, el chico de hielo en cambio se frotó los ojos con los dedos pulgar e índice, exhalando a su vez un profundo suspiro.
-No puede ser que haya venido al final...-susurró mientras le dedicaba una dura mirada a la puerta.
Escuché como se abría y se cerraba fuertemente, aunque no pude escuchar a nadie caminar hacia nosotros, eso me extrañó.
Cuando tuve al intruso delante de mi le dediqué una fría sonrisa.
-Veo que como antes no bastó uno, me mandan a dos esta vez.
Quizás no tendría que haberlo dicho, pero no pude evitarlo como no podía evitar mi cara de satisfacción del momento.
-Que mocosa más insolente...
El intruso vestido completamente de negro se acercó y me propició una fuerte bofetada en mi mejilla izquierda. Ese golpe hizo que la girara hacia un lado. Fue en ese momento que me di cuenta que mis brazos estaban perfectamente vendados, cosa que me hizo fruncir el ceño, era extraño que se hubieran tomado esas molestias. Exhalando un sonoro suspiro volví la mirada al frente, por suerte tenía recogido el pelo en una trenza por lo que solo unos pocos mechones me molestaban en la cara. Me pasé la lengua por el labio donde se deslizaban pequeñas gotas de sangre. La sala estaba en silencio, el chico de traje lo único que hacía era mirar con desaprobación a quien me había propiciado el golpe, y este se limitaba a mirarme con un semblante serio, incluso parecía algo arrepentido. Pese a que era yo la que estaba atada alcé la cabeza y les dediqué una mirada condescendiente junto con una sonrisa torcida.
-¿Eso es todo? Me esperaba algo más de la segunda ronda -al pronunciar estas palabras el chico de negro se acercó preparado para propiciarme otro golpe y mi reacción fue alzar aun más la cabeza mientras le miraba directamente a los ojos, desafiándolo.
-Sean, detente -el chico de traje evitó que Sean me golpeara otra vez, cogiéndolo por el brazo y mirándole seriamente mientras negaba con la cabeza.- Déjamela a mi, tu no deberías de estar aquí y lo sabes.
Al estar los dos juntos me percaté que eran exactamente iguales lo único que cambiaba era sus atuendos, pero había otra deferencia Sean tenía los ojos grises azulados. La verdad me molestó que estuvieran mirándose el uno al otro en silencio sin prestarme atención, como si tuvieran una conversación privada entre ellos dos y me excluyeran totalmente, por lo que rompí el silencio y hablé.
-Perdonad por interrumpir vuestro momento de fraternidad, pero me gustaría saber qué van a hacer conmigo, bueno más bien dicho por qué estoy aquí.
Los dos por fin me prestaron atención cosa que unos segundos más tarde no me pareció tan bueno ya que tenía dos pares de ojos posados en mi que me miraban con un semblante serio y algo oscuro.
-No sabemos exactamente qué hacer contigo ya que no nos sirves de nada -fue el chico de traje quien se acercó a hablar esta vez, su voz era más tranquila que la de Sean eso me hizo preguntarme por qué Sean me habló con aquella voz nerviosa camuflada en enojo.- Pero siempre podemos llegar a un acuerdo.
-¿Qué tipo de acuerdo? Yo solo quiero volver a casa, no sé por qué me habéis estado torturando pero juro que nunca diré nada de lo que ha pasado aquí si me dejáis ir, por favor -esta vez me costó creces interpretar a la niña asustada, sobretodo porque tenía que tragarme mi orgullo y parecer débil delante de Sean quien me pagaría aquella bofetada.
-¿Sabes dónde estabas cuando te recogimos?
¿Recoger? No he oído tal eufemismo en años, más bien me habían dado caza, como a un animal.
Negué con la cabeza con un semblante inseguro.
-Era la ciudad de Drapressus, ¿te suena?
Pues claro que me suena, era mi hogar antes de que lo destruyerais.
Volví a negar.
-Esa ciudad es un sitio peligroso y poca gente sabe de él, es más ahí vivía gente peligrosa que debe ser encontrada porque pueden llegar a causar mucho daño a los demás, ¿me entiendes?
¿Qué clase de mentiras les cuentan? ¿Cómo pueden creerse esas estupideces? Normal que me hubiera sido tan sencillo adentrarme aquí, son todos una panda de cabezas huecas que solo obedecen ordenes. Tragándome mi indignación y reproches asentí.
-Bien, entonces vamos al punto importante de esta conversación, Nina, ¿puedo llamarte así, no?
Por lo visto J tenía razón al introducir aquella historia falsa en su archivo de datos de los ciudadanos, es más qué ciudad tiene una base con todos los datos posibles sobre sus ciudadanos. Era desquiciante que en verdad usaran eso y que J tuviera el suficiente conocimiento para saberlo. Esa base de datos era AKIRA o eso me explicó J, me hizo memorizar la historia. Era huérfana desde que mis padres se suicidaron por no poder hacerse cargo de mi, por haber tenido la desafortunada suerte de quedarse los dos inválidos en una de las expediciones al bosque del este, desde entonces he estado rondando por la ciudad pidiendo caridad y cobijo de una noche. No había mucho más, no tenía hermanos ni familiares cercanos ni lejanos, estaba completamente sola. Cosa que no era del todo mentira. También debería haber una foto reciente de mi que J también pensó en insertar en mi ficha. El resto de la historia quedaba en mis manos, bueno más bien en mi imaginación que a mi pesar era ciertamente escasa.
-Por supuesto y cómo...-dejé la pregunta al aire esperando a que supiera cual era mi pregunta no formulada, la verdad, no esperaba que entendiera a qué me refería pero lo hizo.
-Aaron -fue cuando me dedicó una sonrisa, una verdadera, no sabía como tomármela pero antes que me diera cuenta se la estaba devolviendo.
-Nina como sé que no tienes a dónde ir y nos gustaría tenerte unos días con nosotros hasta que solucionemos algunos cabos sueltos respecto a ti, puedes quedarte en la academia y tener la oportunidad de graduarte como los demás de tu edad.
En verdad lo que querían era vigilarme, aun sospechaban de mi y querían estar ahí para cuando diera un paso en falso, pero también era algo que sabía que pasaría, era eso o estar muerta y la verdad morirme ahora no entraba en mis planes de futuro, estos eran más interesantes y en esa ecuación tenía que estar viva.
-¿En serio? Me dejaran graduarme -pronuncié cada palabra con el todo más alegre que podía utilizar.
Para Nina el graduarse significaban dos cosa, una dejar las calles y vagabundear por estas, la segunda es que podría optar a una de las tres grandes labores de esa ciudad ser un guardián, un ministro o un científico. Si no conseguías graduarte a la primera en ninguna de estas no eras nada para la ciudad y normalmente al día siguiente de la graduación tu cuerpo aparecía muerto, según ellos por suicidio, según yo por limpieza de los estorbos inútiles. Normalmente te gradúas a los dieciocho años si pasas estos sin haberte graduado te “suicidabas”. Eso sí solo entraban en la academia los hijos de guardianes, ministros y científicos que contribuían trabajando para la ciudad, los niños entraban a partir de los doce años, si eras huérfano por lo contrario tenías una soga alrededor del cuello que cada año se va apretando más y más. Para Nina era su billete de seguir viva, de durar más que unos dieciocho escasos años. Era asqueroso que los gobernantes se deshicieran de las personas que no eran de utilidad, y más aún que condenaran a niños que no tenían culpa de la suerte de sus padres.
-En serio, pero solo tienes seis meses para graduarte con la promoción que hay, según la información que tenemos de ti ya tienes los dieciocho.
¿En serio J? Me has puesto dos años de más. Bueno supongo que me servirá ese tiempo para lo que tengo que hacer y poder salir de allí con vida. Asentí con entusiasmo como una estúpida, para mi ego esperaba que no hubiera ninguna cámara en la sala que pudiera inmortalizar mi momento de mayor estupidez.
-Muchas gracias, no sé cómo podré expresar mi agradecimiento como es debido, esto es lo mejor que me ha podido pasar...
-Pero antes de todo dime una cosa, ¿por qué estabas allí?
Por lo visto no me había librado del todo de tener que usar mi imaginación así que solté lo primero que me pasó por la cabeza.
-Me perdí.
-¿Te perdiste?
Mierda.
-Sí, quería ir a la ciudad de Affremonis a buscar flores para la tumba de mis padres.
-Comprendo, ¿entonces te encaminaste tú sola para ir a buscar flores?
-Sí.
-Creo que la próxima vez tendrías que ir acompañada porque Drapressus está más al norte que Affremonis.
-Lo tendré presente.

No sé si mi mentira convenció a Aaron pero de lo que estoy segura es que a Sean no le convenció nada que de lo que ha estado saliendo de mi boca desde que entró. Mientras Aaron se acercó para liberarme de las cuerdas, Sean me observaba con una mirada penetrante como si quisiera adentrarse en mis pensamientos y descubrir la gran mentira que era Nina. La verdad por ahora no me iba a preocupar mucho por los gemelos, lo importante era que había pasado viva y esperaba que cuando me fuera no tuviera que soportar a J y su fastidiosa actitud prepotente al acertar que entraría sin muchas complicaciones.

Capítulo 2

Aunque le hubiera dicho que haría lo que fuese, aún no estaba del todo segura. Se había presentado como Marshall, aunque no esperaba que ese fuese su verdadero nombre pero no importaba realmente. Se había empezado a quitar la chaqueta y la corbata, dejándolas sobre el respaldo de la silla. Al acercarse a mi, tenía las mangas de la camisa remangadas hasta los codos y un semblante algo sombrío.
-Bueno, empecemos resolviendo el principal problema que es la boca floja que tienes ahora mismo.
-Yo no tengo ninguna boca floja, estúpido.
Al soltar aquella última palabra me di cuenta que lo pensé, pero no tenía intención de decirla. Eso me hizo morderme el labio inferior al enfrentarme a su mirada. Sin decir más sacó una navaja de no sé donde, eso hizo que un sudor frío me recorriera la columna vertebral. Se inclinó hacia mi, acercando la afilada hoja a mi piel de los brazos, expuesta por la camiseta sin mangas negra que llevaba. Intenté moverme para alejarlo mientras lo observaba con desconfianza. Eso le hizo retroceder y cruzarse de brazos.
-A ver si nos entendemos, tengo que hacer que llegue la menos sangre posible a tu cerebro y la manera más rápida es que salga de tu sistema. Después si sobrevives a un posible desangramiento puede que por lo menos no nos delates a todos.
Tragué con fuerza sin apartar la mirada de él y asentí para que procediera. Él acercó la hoja al interior de mi brazo, cortando las partes que podía ver de mi antebrazo. Los cortes eran rectos, uniformes y profundos, haciendo que apretara con fuerza las manos en el reposa brazos de la silla donde estaba atada. Mi cara se contraía con cada corte, tres en uno y cuatro en el otro. Cuando acabó me miró con una ceja perfectamente arqueada, preferí ignorarle, debía parecer patética intentando respirar con regularidad. Intentando volver a recuperar la calma, pero sentía un intenso ardor que me producían los cortes, por los que empezaban a brotar sin cesar lineas rojas. Entonces Marshall cogió mi barbilla haciendo que lo mirara a los ojos.
-Llora y suplica.
-En tus mejores sueños -le escupí con una voz mordaz apartando mi mentón de su agarre.
Se apartó de mi unos pasos con un gran suspiro, junto con un “insufribles críos” me pareció oír. Estuvo caminando de un lado a otro mientras se pasaba la mano repetidamente por el pelo, entonces se acercó a mi, sobresaltándome por su reciente acercamiento.
-Mira, tienes que parecer una niñita débil, tienes que aparentar inocencia, tal inocencia que roce la estupidez, pero supongo que tu estupidez no roza precisamente esa parte. Así que empieza a llorar o tendré que hacer que llores, y no te gustará como lo conseguiré.

Su razonamiento la verdad tenía un punto. Tenía que estar dentro sin levantar sospecha, y qué mejor que una inocente muchacha asustada que no sabe por qué le hacen sufrir. Pero lo difícil sería que llorara, hacía mucho tiempo que no lloraba, ni siquiera me acordaba de cómo se hacía, hasta que me vino a la cabeza la última vez que lloré hasta no poder más. Cerré los ojos respirando regularmente, olvidándome dónde estaba, olvidándome del dolor, de mi en ese momento. Fue cuando aparecieron los recuerdos, los dolorosos, los impotentes, los triste, los de odios, los de rabia, todos me golpearon como una ráfaga haciendo que rememorara cada sensación, cada pensamiento, todo. Nunca pensé que abriría la caja de pensamientos que una vez cerré para no volver atrás jamás. Una húmeda linea recorrió mi mejilla y abrí los ojos, nublados por las numerosas lágrimas que ahora salían con gran facilidad. Haciendo lo que Mashall me dijo empecé a a suplicar con una voz rota, insegura y que no era capaz de acabar una frase completa por los incontrolables temblores y sollozos. Por esa interpretación me gané un asentimiento de aprobación por parte de él. Se giró para recoger sus cosas y salió de la habitación. Lo que él no sabía era que quizás esa interpretación no era tan ficticia. Un fuerte mareo me vino, notando como mis fuerzas se iban apagando y como ya no podía formular ningún pensamiento coherente. No veía nada, mi visión se iba oscureciendo por momentos y lo último que pronuncié fue “no me dejes sola”. 

Capítulo 1

No sé exactamente cuanto tiempo me estuvieron metiendo la cabeza en un barril lleno de agua. Esperando a que confesara los motivos de mi entrada en la ciudad de Drapressus. Todo este énfasis que ponían ellos en descubrirlo era porque esa ciudad en sí ya no existía para nadie, había muerto. Muy poca gente sabía como llegar allí, a no ser que fueras de allí. Si ese era el caso, entonces eras un bien preciado para descubrir a los demás supervivientes y exterminarlos a todos, de una vez por todas. Lentamente mis pensamientos se iban difundiendo haciendo que en un momento dado ya no diferenciaba cuando respiraba agua o tragaba aire, fue cuando caí inconsciente una vez más.
Noté un escalofrío que recorrió mi columna vertebral e hizo ponerme la piel de gallina. Tosiendo algunos restos de agua que quedaba en mis pulmones, vi como mis muñecas y tobillos estaban atados a una silla de metal con una áspera cuerda, que ya me había dejado marcas rojas en la piel. Intenté moverme sin ningún resultado positivo, habían apretado a conciencia esas cuerdas. Entonces me empecé a fijar dónde estaba exactamente, había un gran ventanal a mi derecha donde pude apreciar el frío brillo de la luna en una noche despejada. A parte del ventanal no había nada más, solo una silla enfrente de la mía y una puerta tras de mi ,supongo , ya que únicamente veía una impecable y lisa pared desde mi posición. El silencio con el que estuve por bastante tiempo se rompió por el ruido de unos pasos y susurros. La puerta chirrió al abrirla, creando un escalofriante sonido. Intenté aparentar serenidad, aunque por dentro me moría de ganas de liberarme y coger lo que quería por la fuerza. Pero J prefirió hacerlo de esta manera más “civilizada” como repitió un millón de veces. Rompiendo el hilo de pensamientos que pasaban por mi mente, visualicé un hombre de mediana edad en un traje gris con su corbata y zapatos a conjunto, posarse delante de mi. Sin poderlo evitar lo miré directamente a la cara. Tenía el pelo peinado hacia atrás, corto pero no mucho. Facciones rudas y anchas, junto con una barba para enmarcar estas. Pero al ver sus ojos color chocolate tuve la sensación de saber de quién se trataba, me era extrañamente familiar. Entonces lo recordé, del día en que mi mundo no volvió a ser nunca más el mismo. Ese hombre era como yo, era un superviviente. Lo extraño era que no me hubieran avisado antes de su existencia, ¿o sí lo hicieron?
-Podéis dejarnos a solas -dijo a la vez que asentía a alguien que estaba cerrando la puerta.- Así que al final han iniciado el proyecto – no entendí muy bien aquellas roncas y ásperas palabras que aquel extraño acababa de pronunciar.
-¿Perdón? -susurré con una voz que no parecía la mía. En ese mismo momento debía tener una cara de estúpida, pero no podía evitarlo, aunque quería mantener la boca callada. - ¿Cómo sabe sobre..? -dejé la frase al aire al morderme con fuerza la lengua, degustando el sabor de mi sangre supe que estaba bajo control por el momento. No debía levantar sospechas y empezar a despotricar sobre el proyecto Alfa no era precisamente la mejor opción.
-Conmigo no hace falta que tomes precauciones niña, más bien tendrás que tomarlas con los que vengan después de mi.
Se giró hacia la silla, desabrochándose los botones de la chaqueta y sentándose. Cuando me miró lo hizo de una manera desconcertante, no me miraba como si quisiera saber, más bien me miraba como si supiera más que yo. Tragué saliva lentamente junto con sangre. Sin tener ganas de perder contra esa mirada, le respondí silenciosamente con una indiferente mirada, junto con una sonrisa torcida. Entonces hizo algo aun más desconcertante, se empezó a reír, aunque intentaba no hacerlo ruidosamente, pero no lo conseguía.
-Tienes agallas jovencita, creo que te eligieron bien para hacer esto -se recompuso después de su ataque repentino de risa y puso un semblante serio.- Ahora escuchame con atención, te han inyectado un prototipo desarrollado en los laboratorios que te impide mentir o fingir. Por ese motivo he pedido expresamente ser yo el primero en interrogarte, comienza a hacer efecto entre los veinte y treinta minutos, durante ese tiempo circula sin cesar por el sistema circulatorio hasta llegar a tu cerebro. Donde provoca que cada cosa que pienses salga de cualquier manera. Esta información no la sabe prácticamente nadie, así que aprovecharemos la ventaja que tenemos y evitaremos que ese suero te haga efecto -se levantó elegantemente de la silla , acercándose más a mi.- ¿Estás dispuesta a hacer cualquier cosa para cumplir tu misión?
En verdad no sabía si podía confiar en aquel hombre, pero algo me decía que podía y por lo normal mi instinto no me fallaba. Mostrando una descarada sonrisa en su dirección, y sin ninguna duda reflejada en mis ojos le contesté exactamente lo que pensaba sin tapujos.

-Por supuesto.

Prólogo

Sentí una suave brisa y vi los primeros rayos del crepúsculo surgir por el horizonte. Había vuelto. Sonriendo en mi interior, pensé en todos los recuerdos que me traían las calles donde crecí. Estaba como lo dejé solo que más deteriorado por el paso de los años. Sabía que era un riesgo pasearse por un lugar controlado, más si querías evitar ser capturado por los guardias de los Celestiales. Un nombre egocéntrico por su parte. Aunque estaba allí en ese mismo momento porque precisamente quería que me encontraran. Cosa que no se esperarían.
Caminé entre los edificios que quedaban en pie, no había nadie, no había ruido, podría haber sido perfectamente una ciudad fantasma de no ser por las cámaras y detectores de movimiento que había escondidas por todo el perímetro. Iba con una túnica que cubría todo mi cuerpo junto con una capucha, que facilitaba ocultar mi rostro de las cámaras. Transcurrieron exactamente 20 minutos desde que entré en la zona, sabía que no tardarían en aparecer los guardias para atraparme. En el silencio que producía la soledad del lugar percibí un ligero ruido, y supe que la caballería había llegado. Para disimular mis intenciones empecé a andar con rapidez entre los edificios, comprobando de vez en cunado que no tenía a nadie detrás de mi. Estuve dando un par de vueltas por las calles que conocía como la palma de mi mano. Las ventajas de haber sido una huérfana callejera que sobrevivía robando y huyendo. Una vez mi respiración empezó a acelerarse me detuve durante un momento, pensado que ya iba siendo ahora de dejarse de tonterías. En el instante que me detuve aparecieron los guardias, rodeándome sin dejarme ninguna salida. Vestidos con sus trajes oscuros, fabricados con hilos hechos de la madera de los bosques del este, la única distinción de los guardias de otros territorios era el símbolo que tienen en el lado izquierdo del pecho, estos tenían una circunferencia que rodea un árbol partido por la mitad, donde la ruptura tiene forma de zigzag, formando un rayo. Ese era el emblema de los que habitaban en el territorio de los Celestiales . Volviendo al asunto importante, solo puedo decir que empiece el espectáculo. Mientras comenzaba a mirar frenéticamente a mi alrededor para buscar una escapatoria que sabía perfectamente que no encontraría, pero tenía que ser lo suficientemente convincente. Igualmente para dar más credibilidad a mi captura casual corrí hacia una dirección cualquiera, con la certeza que me dispararían una anestesia, para poder capturarme con vida. Al empezar a correr noté que algo se había clavado en mi hombro derecho, poco a poco sentí como la droga hizo efecto en mi organismo, haciendo que perdiera la visión, convirtiendo esta en un borrón, hasta llegar lentamente a la oscuridad. Caí inconsciente en el duro suelo, sin saber bien lo que harían conmigo, pero solo había una certeza en mi mente, estaba dentro, como había planeado. En ese momento empezó el juego.